En el campo de producción animal tiene aplicación en zonas de paso de cualquier animal susceptible de contagiar a cualquier otro.
Por ejemplo, en el caso del porcino, la medida de la temperatura de los animales es una herramienta muy efectiva tanto en enfermedades muy contagiosas –peste porcina africana, peste porcina clásica o fiebre aftosa– como en infecciones ubicuas de la industria ganadera porcina –actinobacilosis, síndrome respiratorio y reproductor porcino, o circovirosis–. Todas estas dolencias tienen en común estados febriles que tienden a debilitar al animal y a ralentizar sus movimientos o, incluso, a inmovilizarlo. Aislar al animal del resto de forma temprana supone evitar el contagio en el resto de la ganadería.